La política arancelaria de Donald Trump echa por tierra el principio universal y liberal sobre la libertad de comercio, defendido hasta ahora por nosotros, y lo reemplaza arbitrariamente por el interés nacional de Estados Unidos, mezclado con sentimientos subjetivos e impredecibles de su Presidente. Ni sus históricos aliados se libraron de los cobros arancelarios del jueves. Trump presiona para recaudar más y forzar a la contraparte a invertir en suelo norteamericano y/o venderle armas y energía como parte de la negociación. La ley del más fuerte.
En el caso de la Unión Europea, el acuerdo político alcanzado el 27 de julio por la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen (“Ushi”, por su sobrenombre), en el club de golf escocés de propiedad del Presidente norteamericano, reflejó en toda su magnitud lo que muchos sienten en ese continente: que están ante una relación de sumisión, imposible de tragar para una orgullosa Europa.
Aunque se negocian todavía los detalles del acuerdo, “Ushi” piensa que alcanzó un triunfo al detener la confrontación y concordar con Trump que los aranceles para los productos exportados a EE.UU. se elevarían solamente a un 15% (del 25% original), pero los norteamericanos entrarían en la UE libres de arancel. No importó que ese monto los dejara en inferioridad de condiciones respecto al Reino Unido, que obtuvo de Trump un 10%. Acordó exenciones arancelarias para productos considerados estratégicos; alianza en sectores minerales como acero, aluminio y cobre, pero fue forzada a comprar energía por por US$ 750 mil millones en tres años (periodo de Trump); a invertir en EE.UU. por US$ 600 mil millones y a suspender las posibles represalias europeas.
En la UE hubo alivio porque se evitó el choque, pero no se ocultan los recelos por el arancel a pagar, las obligadas inversiones, la compra de combustible y por la falta de detalle sobre lo pactado. Entre estos países, el gobierno francés, patrocinador principal de la reelección de Ursula a la Presidencia de la Comisión, es el que ha expresado la mayor desilusión.
El mundo empresarial europeo ha sido muy escéptico. La Federación de Industrias alemana consideró el acuerdo como “insuficiente” y que envía una “señal fatal” a la interconexión industrial transatlántica; los fabricantes de automóviles de ese país esperan un fuerte golpe al sector; la asociación comercial alemana lo calificó de “compromiso doloroso”; el sector de las Pyme alertó sobre el riesgo de insolvencia. En Italia, un 71% de los exportadores a EE.UU. señalan que se avecinan dificultades. En Francia, salvo los sectores aeroespacial y farmacéutico, el resto de la industria es muy crítico. En España, la CEOE señaló su «más absoluto rechazo y máxima preocupación” porque el acuerdo rompe con el principio de libre comercio y genera inseguridad.
Es decir, a no ser que la Presidenta logre afinar los detalles, lo acordado en Escocia puede convertirse en una tormenta política para ella. Mientras tanto, Trump sigue complicándole la vida al amenazar con escalar el arancel del 15 al 35% si no se comprometen, claramente, a efectuar las inversiones de US$ 600 mil millones que acordó con “Ushi”.
Las ínfulas europeas acumuladas por sus siglos de historia están dando lugar a un resentimiento y rabia generalizados contra Trump. Algunos describen la situación como un nuevo “vasallaje medieval”; se avergüenzan del papel servil de líderes como Rutte o la misma “Ushi”; y opinan que llegó el momento de adoptar el lenguaje y las actitudes brutales que son las que comprende Trump, a quien comparan con el rey Ubú, personaje que representa lo grotesco del poder. Todas las caricaturas coinciden en la humillación y, en gran medida, en la necesidad de tolerarla porque, ahora, no queda más remedio.
Para Europa, el problema es más profundo. Detrás de la compra forzada de armamento hay un desacople de Washington respecto al destino europeo frente a Rusia. Se trata, en definitiva, del quiebre de la confianza transatlántica, difícil de recuperar.
Un pensador francés agregaba recientemente en Le Figaro: “Europa es indudablemente un mercado importante para EE.UU. Pero ser un mercado no significa ser un actor estratégico (…). Se puede ser un gigante económico y un enano político; pero cuando aparecen las tensiones internacionales la verdadera fuerza es estratégica y militar. Desde este punto de vista, desgraciadamente, Europa no existe por el momento”, y Trump es pragmático: no le interesan los enanos políticos. El dilema es existencial.
Malcolm Turnbull, ex Primer Ministro de Australia, les propuso mirar hacia el Pacífico y el CPTPP, y lanzó una pregunta directa: “¿Por qué 500 millones de europeos necesitan a 330 millones de americanos para protegerse de 140 millones de rusos?”.
En Bruselas, muchos apuntan con el dedo a “Ushi” por actuar sola frente a Trump. Hay quienes aventuran la presentación de una moción de censura, relativamente fácil de iniciar. Aunque no sea aprobada, sería un golpe para ella.
En lo que respecta a nuestra región, Brasil ha querido mantener la dignidad, pero busca el diálogo. Sin embargo, más temprano que tarde debe llegar a un compromiso. Lula y “Ushi” se juegan el pellejo en este pulso que, aunque duela, no se defiende con el honor sino con los números encima de la mesa.