Carlos Morla Lynch

Héroe diplomático: Carlos Morla Lynch
Carlos Morla Lynch (Santiago de Chile, 1885 – Madrid, 1969) fue un diplomático chileno destinado en Madrid durante la II República y la Guerra Civil.
El hogar de Morla Lynch, en el madrileño barrio de Salamanca, acogió una de las tertulias literarias más importantes de la época, entre la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil.
La Generación del 27 al completo y otros autores —como Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Rafael Alberti, Jorge Guillén, José Bergamín, Vicente Aleixandre, Luis Rosales, Pedro Salinas, Eugenio Dors y Salvador de Madariaga— pasaron por su salón.
También lo hicieron chilenos de la talla de Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral.
De todos ellos, fue Federico García Lorca quien mantuvo una relación más profunda con Morla Lynch. Según cuenta Macías Brevis, Lorca solía concurrir a las nueve de la noche; allí, en un rincón del salón, tenía su guitarra y un piano con los que animaba a los asistentes.
Todos estos recuerdos de su amistad con García Lorca y de la vida literaria en la embajada de Chile fueron recogidos por Morla en la primera parte de sus memorias:
En España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo. 1928-1936.
Esta edición, completa y revisada, incluye incluso una carta inédita que Lorca escribió a Morla Lynch como íntimo amigo y confidente.
Una embajada convertida en refugio
A partir del estallido de la Guerra Civil, la vida de Carlos Morla Lynch cambió por completo.
Entre 1936 y 1939, convirtió la Embajada de Chile en un refugio para perseguidos de ambos bandos.
Pablo Neruda dijo que hasta 4.000 personas le debieron la vida, entre ellas el escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas, así como las familias de Manuel Azaña, Indalecio Prieto y Largo Caballero.
Para lograrlo, Morla Lynch tuvo que enfrentarse tanto a la autoridad republicana como a la franquista.
Estos años están recogidos en la segunda parte de sus memorias: España sufre, cuya primera edición completa fue publicada por Renacimiento en 2008 (las versiones anteriores, de 1957 y 1958, fueron mutiladas por la censura).
También redactó una serie de informes diplomáticos, en los que —con información de primera mano y gran objetividad— documentó el transcurso de la Guerra Civil.
Estos textos han sido publicados por editorial Renacimiento bajo el título: Los informes diplomáticos.
Carlos Morla Lynch sucedió a Aurelio Núñez en la Embajada de Chile como Encargado de Negocios, desde mediados de 1937 hasta el final de la guerra.
Salvó a miles de españoles, sin distinguir bandos. Sin embargo, en abril de 1939, los vencedores franquistas no reconocieron su estatus diplomático, por haber sido acreditado ante una República que ya no existía.
Durante dos años y medio, organizó una red logística impresionante en doce edificios, incluida su propia casa. Todo esto lo hizo en plena guerra civil, con escasez de alimentos, asistiendo a los perseguidos incluso en temas sanitarios e higiénicos.
Negoció evacuaciones, canjes de prisioneros, y libró a varios del pelotón de fusilamiento y de la cárcel.
Le ofrecieron otros cargos, pero siempre se negó, diciendo:
“No me quiero ir precipitadamente, lo que pareciera una huida y el abandono de los asilados”.
Intentó mantener la embajada abierta a los derrotados, pero las nuevas autoridades no lo autorizaron. La España de Franco no reconocía el derecho de asilo.
Aun así, logró que 17 personas ingresaran a la sede diplomática.
Ese mismo año, Pablo Neruda, como Cónsul de Chile en París, transportó a 2.200 españoles desde Francia a Chile en el buque “Winnipeg”, evento reconocido y ampliamente documentado.
En este esfuerzo extraordinario, Morla contó con el apoyo de su esposa Bebé Vicuña, su hijo Carlos, y colaboradores como Fausto Soto, Francisco Grebe, Carlos García de la Huerta, Enrique Gajardo, además de agregados militares que arriesgaron sus vidas en esta causa humanitaria.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile también colaboró: rescató asilados, hizo gestiones ante la Sociedad de las Naciones, coordinó acciones con las embajadas en París y Londres, y envió los fondos necesarios para financiar la operación.
El olvido oficial
Carlos Morla Lynch escribió sus memorias, pero nunca recibió un reconocimiento formal por parte de Chile.
Ninguna calle lleva su nombre.
Y todos los demás colaboradores, tanto diplomáticos como militares, fueron ignorados.